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domingo, 24 de julio de 2011

Miles de noruegos acuden al funeral en Oslo por los 93 muertos

La actuación de la policía suscita serias dudas por su retraso.- Los reyes y el primer ministro acuden a la zona donde se produjo la explosión 

 

  El cielo se cerró sobre Oslo poco después de sonar las campanas de la catedral y ya no paró de llover en todo el día. Cientos de personas se habían congregado a las puertas del templo desde muy temprano para despedir a las 93 personas asesinadas por el ultraderechista Anders Behring Breivik el pasado viernes. Los asistentes ofrecieron ramos de flores en memoria de las víctimas y cantaron Til Ungdomen (A la juventud), un poema escrito en 1936 por el poeta Nordahl Grieg, comunista, ateo y héroe de la resistencia noruega contra los nazis. Hubo algunos llantos entonces y después, pero, en general, los noruegos vivieron en silencio y con un estoicismo sorprendente el recuerdo de la tragedia y, aunque la gente no dejó de acudir a la catedral, la mayoría siguió adelante, sacó a sus perros a pasear, dio una vuelta con los niños por el parque o acudió a los bares para dar cuenta de una cerveza. 

"Es un día triste, el más triste que hemos vivido en Noruega. Espero que no volvamos a vivir nada así nunca más. ¿Qué puede llevar a alguien a hacer algo así?", se preguntaba una joven llamada Lina en un pub cercano a la plaza central.

La actuación de la policía sigue suscitando serias dudas entre la población. Un portavoz policial reconoció que llegaron tarde a la isla de Utoya porque no disponían de un barco con la capacidad necesaria para transportar al personal y al equipo capaces de hacer frente al asesino. Tampoco disponían de helicópteros, según el jefe policial Sveinungn Sponheim, porque la base de los helicópteros se encuentra en el sur del país.

Sigue la investigación
Pese a que la investigación cuenta con la confesión del autor y con un detallado relato de su plan, la policía trata ahora de averiguar si Breivik está conectado con algún grupo ultraderechista en el extranjero y si recibió ayuda de algún tipo. Esas investigaciones han dado por ahora pocos resultados. Hoy domingo por la mañana seis personas han sido arrestadas por haber colaborado con el joven noruego de 32 años y liberadas poco después sin cargos. Por ahora, lo único que se sabe es que Breivik, vestido de policía, burló la escasa seguridad que controla las oficinas del Gobierno y colocó un coche bomba que mató a siete personas. Era solo una maniobra de distracción para desarrollar su auténtico plan. Desde allí fue a la isla de Utoya, a una hora en coche del centro de Oslo, y armado de un rifle fue disparando a sangre fría a un grupo de jóvenes del Partido Laborista, que gobierna en Noruega desde 2005.

Stoltenberg ha acudido a la zona de la explosión, donde ha recibido a los reyes de Noruega para mostrarles el paisaje desolador que dejaron las bombas. Al caminar se escuchan los cristales rotos por la onda expansiva y prácticamente no hay edificio que no haya sufrido algún daño. La policía sigue buscando cadáveres en las oficinas del Gobierno. "Los agentes tienen muy difícil el acceso porque está todo muy dañado y se corre el riesgo de que caigan cascotes", ha asegurado el primer ministro ante un grupo de periodistas que pudieron acceder a parte del área de la explosión. "La violencia contra la democracia solo puede ser respondida con más democracia", ha concluido Stoltenberg.

No parece que el debate vaya a salirse de ahí en las próximas semanas. Los dos partidos mayoritarios, el Partido Laborista y el Partido del Progreso, han acordado guardar unas semanas de luto. El problema lo tiene sobre todo el Partido del Progreso, cuyos líderes han condenado el atentado pero se han mostrado en muchas ocasiones contrarios a la inmigración de nativos de países no occidentales. Además, el autor de la matanza llegó a formar parte de sus filas.

"Este país no tiene ningún problema con eso", señala Rabindir Sin, un taxista indio llegado a Oslo en 1980, y que salpica sus opiniones de porcentajes. "El 90% no tiene problemas con los inmigrantes o con la gente de otras religiones. Llevo aquí 30 años y nunca me ha pasado nada", dice Rabindir, que confiesa que a veces, "quizá un 1% le pregunta molesto por qué lleva el turbante mientras conduce".

El país tiene elecciones en otoño y quizá los análisis sobre esas cuestiones lleguen más tarde. "Podría haber sido mucho peor", asegura Lina en el bar, "¿te imaginas lo que habría pasado si hubiesen sido islamistas?"

 

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